Una juventud nicaragüense desorientada, burlada, y cansada participó activa y masivamente en las manifestaciones contra las injusticias sociales y el actuar del Gobierno nicaragüense, durante la crisis que dio inicio en abril del 2018.

A principios del mes de Abril del 2018, la juventud estudiantil, junto con el movimiento ecologista, convocaron a una serie de manifestaciones nacionales como respuesta a lo que consideraban negligencia del gobierno ante un incendio que estaba arrasando con miles de hectáreas de bosques en la reserva Indio Maíz. Al mismo tiempo, ante la aprobación de reformas a la Seguridad Social, las cuales afectarían a las personas jubiladas y a futuros pensionistas. Esta violencia enfureció a la población joven y la impotencia se sentó por sobre las mentes. No había sentimiento de dolor más grande al ver una persona anciana herida en la cabeza y otra siendo violentamente aventada al suelo por la policía.

Ya se venía viendo un deterioro institucional y regresión autoritaria que estaba afectando a la población. En ese contexto, los diferentes sectores de las juventudes se tomaron las calles cívicamente para exigir justicia, libertad, y un mejor futuro para Nicaragua. Si bien la primera representación juvenil en el marco de las protestas fue estudiantil, cabe mencionar que sumaron las juventudes de los colegios y de los barrios para ayudar a proteger el bienestar de la ciudadanía local y nacional.

Ante esta situación, nos movilizamos a nivel nacional para apoyar a los ancianos cuyas protestas estaban siendo reprimidas, muchos cargábamos material de primeros auxilios para ayudar a aquellas personas que resultasen heridas ante la posibilidad de que la fuerza pública volviera a atacar las manifestaciones. Nos atrincheramos en las universidades alzando siempre la voz, levantamos pequeños muros de adoquines para no recibir las balas de la policía y nos preparamos para lo peor, aunque las manifestaciones tuvieron por respuesta del Estado niveles de represión que nunca nos imaginábamos. Cabe mencionar que ante las estrategias de represión, la manera de contrarrestar, de documentar y de informar ha estado estrechamente relacionada con el uso del celular, el internet y las plataformas de redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram. Han sido de mucha utilidad para contar la verdad sobre la situación de violación de derechos humanos y aportar a la memoria de Nicaragua.

Como población joven, empezamos a formar organizaciones y ser parte de las convocatorias a marchas, plantones y otros espacios de participación.

Nos fortalecimos y estructuramos, a tal grado que se dio inicio a la inclusión de jóvenes dentro de las decisiones y acciones políticas, viendo el ejemplo del diálogo nacional y la invitación a participar de la denuncia internacional por los crímenes de lesa humanidad cometidos en contra de la población nicaragüense.

Al vernos involucrados en acciones políticas, miramos con ojo crítico lo que se hacía en el país y el actuar de nuestro gobierno.

En medio de la persecución y criminalización por parte del Estado en contra de la juventud por la participación en las manifestaciones, y ante el miedo a morir o al encarcelamiento, junto el dolor y luto, fuimos muchos los jóvenes que no tuvimos más opción que la de emprender la marcha hacia otro país, en su mayoría a Costa Rica, dejando nuestras familias, nuestros recuerdos, incluidos nuestros estudios. La población joven es la que más migró: según estudios de diversas ONG entre un 63 y 67% de la población que salió al exilio es joven (16-30 años).

Recién llegados a Costa Rica, nos dábamos aliento entre nosotros mismos y decíamos de broma que estábamos en Costa Rica “de vacaciones forzadas por tres meses”, y que este “exiliazo” sólo nos iba a fortalecer, porque regresaríamos unidos, preparados y con más fuerzas a nuestro país.

Pese a que nuestro aliento eran esos tres meses, el tiempo de estas “vacaciones forzadas” se fue alargando más y más, hasta llegar a los 3 años que llevamos fuera. Nos hemos preparado de diversas formas, muchos ya estamos convencidos de que el exilio será largo y tenemos que hacernos de una vida temporal aquí, mientras que otros y otras guardan esperanza de volver en un futuro no muy lejano. Algunos y algunas se regresaron y han visto privada su libertad o guardando un bajo perfil, cambiando su ubicación y resguardando su seguridad e integridad desde “casas de seguridad”.

A veces, la impotencia nos vuelve a afectar tras estar fuera de nuestras tierras y ver cómo el Gobierno consume a nuestras familias, deja en condiciones más precarias a nuestro país, y tiene presas o desaparecidas a nuestras amistades.

Algunos jóvenes nos hemos proyectado como activistas, otros se están posicionando, buscando participar en espacios políticos o estratégicos. En esa búsqueda de superación y de una mejor vida, algunas y algunos, han logrado estudiar una carrera técnica o universitaria, a veces volviendo a empezar desde cero una carrera ya iniciada en Nicaragua, incluso casi culminada. Algunos y algunas, por supervivencia, dejaron los estudios atrás y se dedican a trabajar.

Nuestras aspiraciones como juventud nicaragüense exiliada son numerosas, pero algo que muchos y muchas tenemos en común es el querer seguir denunciando la situación que vive nuestra tierra pinolera, y aportando para la Nicaragua libre que anhelamos, con la esperanza de regresar a nuestras familias que tanto nos hacen falta.

Jhoswel Antonio Martínez

[Fotografía: Fransk Martínez]

Este artículo es parte de la revista de PBI Nicaragua en Costa Rica “Voces nicaragüenses en resistencia”, un proyecto que une distintas voces del exilio nicaragüense en Costa Rica. Se trata de un homenaje a las organizaciones y colectivos nicaragüenses que, desde el exilio, trabajan continuamente en la defensa de los derechos humanos, reuniendo las voces y los testimonios de quienes promueven esta labor a través de la acción no violenta y bajo una cultura de paz.