Que es el no partidismo?

El no partidismo es un tema poco y mal entendido, al que se enfrentan todas las organizaciones humanitarias que trabajan en las zonas de conflicto. En sus “Principios de la providenciaâ€?, Larry Menera y Thomas Weiss, del Proyecto Humanitarismo y Guerra (o Humanitarism and War Project), han intentado sistematizarlo para el caso de la acción humanitaria: “La acción humanitaria responde al sufrimiento humano porque las personas pasan necesidad, no con el fin de favorecer determinada agenda política, sectaria o que le es ajena. No debería decantarse por ninguno de los bandos del conflictoâ€?. Añaden que la acción humanitaria debe asistir a las víctimas, no a las causas; que no debe apoyar a ningún partido político, ni abrazar ninguna ideología religiosa o cultural. “Cuando los objetivos son numerosos, las consideraciones humanitarias pasan a menudo a un segundo planoâ€?.

Minear y Weiss establecen una distinción entre no partidismo e imparcialidad. La mayoría de las organizaciones humanitarias declaran su parcialidad a favor de las personas que son pobres, que sufren o están marginadas, manteniendo a su vez una postura no partidista respecto a las partes armadas del conflicto. Desde el punto de vista semántico, se trata de conceptos casi idénticos; sin embargo, su diferenciación es clave en la práctica. La asistencia no partidista responde a criterios demostrables, objetivos y externos y no a un alineamiento en el conflicto. Conceptos como 'las personas pobres', 'quienes sufren' o 'quienes pasan necesidad' transcienden los límites de los conflictos políticos. Así, ser parcial y no partidista significa entonces: “Estaremos a tu lado frente a la injusticia y el sufrimiento, pero no nos pondremos en contra de aquellos a quienes consideras el enemigoâ€?.

Muchas organizaciones asisten a un sector determinado de la población. El mandato del ACNUR, por ejemplo, se ocupa de la población refugiada. Si, en un momento dado, todos los refugiados de Sri Lanka fueran tamiles, el trabajo del ACNUR seguiría siendo no partidista siempre y cuando la organización estuviera dispuesta a atender a refugiados singaleses cuando los hubiera. El QPS estableció en Batticaloa el criterio objetivo de que no transportaría a nadie que llevara armas. Se trata de un criterio no partidista, al margen de que todos los hombres armados que puedan solicitar el servicio procedan de un mismo grupo.

En relación con el acompañamiento, se define el no partidismo como la negativa a que se subordine este servicio a cualquier alineamiento político o ideológico, y a que sirva de apoyo a cualquiera de las partes de un conflicto armado. En palabras de Minear y Weiss, todo el acompañamiento es parcial para aquellos a quien protege, en el sentido de que respalda su derecho a vivir y trabajar libre de ataques. Sin embargo, no todas las organizaciones de acompañamiento son no partidistas.

PBI es estrictamente no partidista, no aboga por ninguna ideología. Puede ofrecer acompañamiento a grupos e individuos de cualquier tendencia política, siguiendo el único criterio de que éstos deben haber asumido un compromiso de lucha no armada por los derechos humanos y la justicia. Es cierto que en los países donde existe el terrorismo de Estado quienes están amenazados son, invariablemente, las personas críticas con el Estado. PBI asistió a los grupos centroamericanos porque se encontraban en peligro, no por su oposición al gobierno. El hecho de que casi todos ellos fueran críticos con el gobierno no era una simple coincidencia, pero esto no desmiente, en ningún caso, el no partidismo de PBI --por muy difícil que fuera convencer de ello a las autoridades.

El concepto de independencia en el trabajo internacional humanitario implica generalmente luchar por no ser controlado por los actores locales, como por ejemplo las autoridades. Por otro lado, aunque las organizaciones de acompañamiento aspiran a ser independientes, no pueden permitirse el lujo de suscitar la ira del gobierno anfitrión; se arriesgarían a ser expulsadas del país. Esto pone límites a su independencia, aunque sólo en el sentido de que la organización se ve obligada a medir sus acciones para evitar la expulsión, como lo hizo PBI en el incidente de Olga María. Ignorar las cuestiones diplomáticas incrementaría las probabilidades de expulsión, lo que acabaría definitivamente con el servicio de protección.

Las organizaciones internacionales deben plantearse la posibilidad de que los actores locales intenten ejercer presión sobre ellas. Nos referimos a ese tipo de presión que obliga a que se actúe fuera del mandato y que a menudo es ejercida por las propias personas acompañadas. Aunque esto no puede evitarse por completo, y aunque no tendría por qué ser necesariamente negativo, las organizaciones que pretendan conservar su independencia tendrán que ser capaces de no dejarse arrastrar. Para ello, además de ser capaces de resistir la presión, tendrán que definir con claridad lo que pueden hacer y lo que en ningún caso harán.

No todos los grupos de acompañamiento pretenden ser independientes. Numerosos extranjeros o grupos extranjeros se ofrecen a ayudar en cualquier tarea o como acompañantes internacionales renunciando a su independencia y a participar en la toma de decisiones. La CDHES salvadoreña dirigía el trabajo de acompañamiento de la Marin. En Guatemala, el GAM y el CERJ buscaron a voluntarios extranjeros dispuestos a ayudarles en cualquier tipo de labor, concretamente después de que PBI se negara a proporcionar unos servicios que no tenían relación con el acompañamiento. En ocasiones, sin embargo, no queda más salida que dejar la dirección del proyecto en las manos de los activistas de grupos locales: el Cry for Justice, por ejemplo, no habría podido sacar adelante su trabajo sin la guía y la dirección haitianas.

La cesión del control a los grupos locales puede defenderse claramente argumentando que se trata de una manera de apoyar su autodeterminación y su empoderamiento, y que se desea evitar la posible manipulación extranjera a la hora de establecer las condiciones del servicio. Esta opción de principios tiene un coste estratégico. La independencia y el no partidismo facilitan que los gobiernos y la comunidad internacional den credibilidad a la organización. Si se renuncia a estos conceptos, el potencial de la capacidad disuasoria queda debilitado, por lo que será necesario conseguir el peso político por otras vías.

En la práctica, los proyectos de acompañamiento dirigidos por grupos locales suelen sufrir problemas de funcionamiento. Los activistas, sumergidos en su lucha, no se encuentran inclinados a encargarse de las cuestiones administrativas y las decisiones que hay que tomar respecto a los acompañantes; en cualquier caso, no disponen del tiempo necesario para hacerlo. Los voluntarios, por su parte, se enfrentan a un vacío en la toma de decisiones que no pueden llenar por razones de autoridad. Su papel está a menudo mal definido, las tareas que se les encomienda son múltiples, y la falta de orientación y supervisión tiene el efecto de que no aprenden que algo no procede hasta que ya es demasiado tarde. Aunque algunas personas se adaptan bien a estas condiciones, lo común es que sean fuente de frustración y desorientación para los voluntarios. Si además la comunidad o grupo acompañado padece conflictos internos de poder (algo habitual), la dependencia que sufre el acompañante internacional puede ser insostenible, al no quedar claro quién es la autoridad legítima.

Desde una perspectiva diferente, una organización de acompañamiento independiente y no partidista puede respetar plenamente el empoderamiento y la autodeterminación de los activistas asumiendo el principio de la no injerencia. Las y los voluntarios sienten curiosidad; se suelen sentir inspirados por y comprometidos con las causas de las personas a quienes acompañan. Cuando su papel no está bien definido, tienden a involucrarse cada vez más en el funcionamiento interno del grupo, llegando a plantear posibles estrategias o a participar en la elaboración de determinada política. Los activistas podrían no oponerse a este cambio de función --podrían incluso alentarlo--, y sin embargo, con el tiempo, cabe la posibilidad de que llegara a considerarse una intromisión. Según algunas organizaciones de acompañamiento, estos problemas se evitan conservando la independencia y definiendo y delimitando con claridad el papel de los extranjeros, que sería, de manera estricta, el de acompañantes internacionales. Análogamente, evitar ofrecer cualquier tipo de ayuda material (financiación, materiales o experiencia técnica) puede reducir, a largo plazo, el riesgo de dependencia de los grupos locales. Esta postura evita, además, la posibilidad de que los activistas mantengan el acompañamiento no por protección sino por las ventajas materiales que reporta. Y transmite un mensaje muy claro al gobierno anfitrión: que no podrá utilizar la relación material para desacreditar la objetividad de los testigos extranjeros.

Estas dudas sobre la participación internacional en la toma de decisiones en el tercer mundo es uno de los factores que conduce a numerosas personas a un modelo de acompañamiento basado en el no partidismo y la no injerencia. Se busca una manera de sortear las trampas paternalistas de los misioneros y de los proyectos de desarrollo, tan frecuentes en las relaciones internacionales. Las y los voluntarios se sienten orgullos de “no hacer por ellos/as lo que pueden hacer por sí mismos/asâ€?, y a menudo comentan: “No le decimos a nadie lo que tiene que hacerâ€?.

No obstante, sigue existiendo la zona gris de lo que serían los consejos informales. Se puede tener en cuenta el consejo de una ONG extranjera porque éste sea bueno, o por presiones innombrables, aun inconscientes. Un activista que considerara sus experiencias con ONG extranjeras podría suponer que si no tiene en cuenta los consejos del otro grupo, éste no le escoltará; o bien, que determinado extranjero es un experto en determinado tema. Es difícil juzgar si la experiencia se puede trasladar a un contexto cultural diferente. En cualquier caso, un simple consejo podría constituir un tipo de injerencia, incluso aunque hubiera sido solicitado. Por otro lado, paradójicamente, la capacidad disuasoria del acompañamiento puede llegar a ser mayor si la organización local y la internacional elaboran una estrategia conjunta, como vimos en el caso de Colombia. Para ello, habría que intercambiar consejos, por lo que una política estricta de no injerencia perjudicaría el diseño de una estrategia eficaz.